Un refugio de piedra, tierra y madera creado por Diego Villaseñor en Amatlán, Morelos

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Creada por una mente maestra, esta residencia es un lugar para contemplar la naturaleza en tierra de amates.

 

Hay sitios con tal encanto y misticismo que parecen salidos de un sueño. Lugares capaces de inspirar profundamente a una mente creativa o, incluso, de despertar la sensible intuición de un sabio maestro zen.

Amatlán es una comunidad muy especial y es en sí la razón por la cual construí una casa ahí. Hace 45 años que llegué por primera vez y, estando de pie en el centro, sentí que era un lugar mágico. Iba con mi maestro zen —se llamaba Philip Kapleau—, quien me dijo: "el día que me haga mi convento, quiero que sea aquí’”, recordó Diego Villaseñor.

Aunque el sueño de establecer un convento no llegó a concretarse, la belleza del valle de Amatlán de Quetzalcóatl, rodeado casi en su totalidad por las esplendorosas montañas que caracterizan a la zona de Tepoztlán, fue el motivo que llevó al arquitecto a diseñar una vivienda única.

Un refugio creado por Diego Villaseñor en Amatlán, Morelos

 

El arquitecto Diego Villaseñor en la casa en Amatlán, Morelos.

FOTO: Michael Calderwood

“Yo quería una casa en el campo; no una casa de campo. Así que decidí que iba a hacer una vivienda para ponerla en el campo, así como se pone un barco en el mar”, explicó.

De esta manera, la premisa fundamental que respalda el concepto de la residencia fue clara y sencilla: crear un espacio que permitiera la conexión con la naturaleza, sin opacar el hermoso espectáculo del paisaje que la rodea.

“Es muy importante que tu arquitectura realce un sitio. Un parámetro para evaluarlo es observar si el lugar ‘pierde’ cuando quitas la casa; pero si la retiras y el lugar gana, quiere decir que la arquitectura estaba equivocada”, afirmó Diego Villaseñor.

Un refugio de piedra, tierra y madera creado por Diego Villaseñor en Amatlán, Morelos

 

A lo largo y ancho de la residencia existen diversos lugares para estar y contemplar en calma el entorno.

FOTO: Michael Calderwood

Con una privilegiada orientación hacia el suroriente —poco común en Tepoztlán, en la que la mayoría de las casas están dispuestas con dirección al norte para aprovechar la vista de la montaña, a pesar de su impacto en la temperatura del ambiente—, este refugio de piedra, tierra y madera destaca por sus muros con inclinación, los cuales permiten una menor superficie de desplante y, por lo tanto, dan como resultado una menor huella ambiental.

En sintonía con los conocimientos zen que ha adquirido Villaseñor durante su vida, la casa cuenta con diversas áreas de estar que permiten la serena contemplación del paisaje natural. “Hay que inspirarse en la naturaleza que está alrededor y armonizarse con ella. Dependiendo del momento del año y del día, puedes moverte hacia diferentes espacios para aprovechar al máximo el sol y la temperatura, pero estos traslados también dependen de cómo te sientas tú, y eso, para mí, es un lujo”, describió el fundador de la firma de arquitectura que lleva su nombre.

Conoce la casa creada por Diego Villaseñor en Amatlán, Morelos

 

Además de crear interesantes juegos visuales con las montañas de fondo, los muros inclinados de de la casa crean una menor superficie de desplante.

FOTO: Michael Calderwood

Sin embargo, más allá de la conexión con la naturaleza, la casa está pensada para convertirse en un espacio de convivencia con la familia y los amigos, tanto aquellos de toda la vida como los que se van encontrando por el camino. Sobre todo, este espacio se creó para ser una viva representación de la historia personal, tanto individual como familiar.

“Ésta es una casa para la vida, que representa a la familia. Es un refugio, un lugar en el que te sientes seguro y asentado en la tierra”, concluyó el arquitecto. 

Un refugio de piedra, tierra y madera en Amatlán, Morelos

 

La recámara principal es el espacio favorito del arquitecto, ya que, además de ser un refugio personal, le permite contemplar la llegada de las aves que visitan el bebedero frente a la ventana.

FOTO: Michael Calderwood

Fuente: AD México